Las verdaderas victorias de Colombia en el Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda

Ante todo gratitud con las mujeres que lo dejaron todo en la cancha.

Para hablar de la participación de Colombia en la Copa Mundial Femenina de la FIFA Australia y Nueva Zelanda 2023 no es necesario partir desde lo malo, sino desde todo lo bueno que ellas hicieron por sus sueños, por ponerse el listón alto desde antes del viaje declarando que iban por el título del mundo, sino por lo que viene para las actuales y futuras generaciones de mujeres que elijan al fútbol como su proyecto de vida.

Fue muy satisfactorio ver los resultados, alegría, alma, corazón y cabeza con la que jugó un equipo por el que muchos colegas y gente del común no daban un peso. Recuerdo cuando escuché comentarios en la sede deportiva de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF) diciendo “vamos a grabar material para tres partidos”, “esas se devuelven rapidito”.

Sin embargo, es bueno dejar un poco de lado lo que ellas hagan en su vida personal, si tienen novias o no, porque a un profesional con talento no se le mide por eso. No es un tema tabú, el asunto es que mal se hace desde los medios de comunicación cuando por buscar clics o likes, ayudan a recordar o reforzar indirectamente los estereotipos vinculados con la homofobia (basta con ver los comentarios que hubo en las publicaciones).

Mientras en Canadá y Estados Unidos (selecciones que son potencia y que cayeron tempranamente del Mundial) la lucha de las deportistas ha sido por igualdad en el pago, en Colombia la situación ha sido sumamente distinta, porque nuestras mujeres no han tenido todas las garantías para siquiera pensar en igualdad de pago. Ellas se han ganado todo a pulso, en contra de muchos factores externos y del lamentable ‘fuego amigo’ que no es desconocido.

La verdadera victoria de esta selección, liderada por Catalina Usme, Daniela Montoya, Leicy Santos, Lorena Bedoya, Catalina Pérez, Manuela Vanegas, entre otras, es abrirle la posibilidad de garantías no solo a jugadoras como Linda Caicedo o Ana María Guzmán, o aquellas que no fueron volteadas a mirar sino para la foto por el técnico Nelson Abadía como Elexa Bahr, Camila Reyes y Ángela Barón. Esto va más allá que un proceso deportivo para la ‘Tricolor’.

No es un mensaje solo para el Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol y de Dimayor para que se cumpla con la totalidad de entrega de los premios de FIFA y con el hecho de formalizar una Liga Femenina profesional de un año completo, respectivamente. O simplemente, del hecho que las dejen de subestimar. El alcance es mayor a lo que muchos pregonan el calor de los acontecimientos.

Un asunto de género y voluntad

Colombia, lejos de ser un país futbolero ha sido machista históricamente. Prueba de ello, los números de feminicidios en el país que ya superaron los 300 este año, incluido el de Luz Mery Tristán, además de los comentarios en redes sociales de muchos hombres (supuestos futboleros o no) tras la eliminación del equipo.

En Colombia no se vivió ambiente de Mundial sino hasta que le ganaron a Alemania, ahí entraron en la conversación cotidiana, porque a muy pocos les importó ponerse la camiseta en la calle, muchos ni sabían de este Mundial y su importancia y quienes vendían el álbum Panini del Mundial Femenino lo tenían escondido (sí, señores de Librería Panamericana).

El deporte del país solo tiene alcance mediático y popular desde la victoria, y el fútbol es considerado desde varios sectores como “el principal entretenimiento de los colombianos”, pero bajo ninguna circunstancia se ofrece el fútbol femenino local en horario ‘Triple A’. Sin embargo, cuando Colombia debutó contra Corea del Sur a las 9:00 de la noche, la audiencia fue histórica tal como registró FIFA. Es hora de quitar el cuento que el fútbol femenino no vende, lo que hace falta es voluntad para que el producto se vea y así el dinero y los patrocinadores lleguen (así como ARA, por ejemplo).

Quienes se deben comprometer hoy más que nunca son FCF y Dimayor, de cumplir no solo con unos PlayStation 5 y unas tablet, sino de estructurar de verdad el fútbol femenino profesional que sea más por convicción que por obligación, que tiene una base interesante en los torneos de Difútbol, para permitirle a más mujeres vivir y alcanzar sus sueños en la elección de ser futbolistas.

Mucha razón tuvo Carolina Pineda cuando dijo en una rueda de prensa que es preferible tener 10 equipos jugando todo el año con proyectos serios, que muchos equipos que juegan por cumplir. Para entender esas realidades, los invito a leer este reportaje de Vorágine.

Se necesita un salto de calidad

Colombia hizo el mejor Mundial Femenino de su historia, a pesar de varios aspectos que desde el principio le jugaban en contra y no propiamente desde el sorteo. El técnico Nelson Abadía se demoró en todos los partidos a la hora de hacer los cambios, donde hubo jugadoras de campo que sumaron pocos minutos y otras que ni siquiera actuaron, afectando la parte física del plantel.

Desde el punto de vista táctico, Colombia funcionó bien, pero siempre le costó atacar debido a que la única delantera real, Mayra Ramírez, siempre fue sacrificada para la tenencia del balón. Volantes y extremas como Leicy Santos y Linda Caicedo buscaron la red contraria, al igual que la goleadora histórica Catalina Usme. Sin embargo, no hubo una ‘9’ real en la cancha y eso limitó las opciones de gol de Colombia.

No sucederá en el corto plazo por los compromisos que vienen, pero es bueno que se piense desde ya en dar un salto de calidad en la dirección técnica, aunque se entiende que eso no va a suceder mientras haya jugadoras vetadas (como Yoreli Rincón), a pesar de que Nelson Abadía niegue mundialmente que eso ocurra.

• ¿Y qué pasa en Sudamérica?

No puedo cerrar esta opinión sin hablar de Conmebol y lo que pasa en la región. Es cierto, la confederación habla, impulsa y apoya desde redes sociales, inclusive le otorgó a Colombia la sede de la Copa Libertadores Femenina 2023. Sin embargo, a nivel clubes y selecciones aún hay muchos vacíos que impiden nivel competitivo.

Brasil, Colombia, Argentina y Paraguay han sido invitadas a participar de la primera Copa Oro W de Concacaf en febrero próximo, como parte del acuerdo de cooperación estratégica entre ambas confederaciones. Sin embargo, aún no se ha anunciado ni confirmado la próxima Copa América que debería ser en 2025, y está pendiente que exista voluntad de generar por calendario torneos clasificatorios por separado para lo que serán el Mundial 2027 y los Juegos Olímpicos 2028. Las selecciones de la región necesitan subir de nivel para que no se repita lo de Brasil, eliminada en Fase de Grupos, al igual que Argentina, o lo de Chile y Paraguay eliminadas en el Torneo de Repechajes.

A nivel de clubes, jugar la Copa Libertadores en otro momento del año, o durante todo el año, ayudará a que no existan excusas para que las Ligas Femeninas locales se disputen de forma continua y de este modo se puedan brindar garantías competitivas y posteriormente, laborales. La realización de este torneo anual en octubre o noviembre resulta perjudicial para el desarrollo del fútbol femenino local en la región, siendo Colombia el mejor ejemplo de ello. También sería bueno promover el desarrollo del fútbol base con una Copa Libertadores Femenina Sub-20.

Es cierto que Conmebol obliga a los clubes masculinos que juegan la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana a hacer clubes femeninos durante ese año, pero esa condición lejos de ayudar hace que el compromiso sea intermitente. El mejor ejemplo, fue el de Águilas Doradas en Colombia, que ni siquiera tuvo plantel femenino en 2023, sino que se “asoció” con Cortuluá – Yumbo Industriales FC. Hecha la ley, hecha la… voluntad.

Aunque queda mucha tela por cortar, lo importante es que esta conversación continúe, y por eso, espero sus opiniones en la caja de comentarios, para seguir construyendo todos un mejor deporte para las mujeres.

José Gabriel Celis

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