¿Hay que cambiar el Giro de Italia?

El miércoles llovió y llegó la fuga. El viernes recortaron la etapa por las condiciones climáticas y llegó la fuga. El domingo no llovió, pero igual llegó la fuga. La segunda semana empezó con dos segundos de diferencia entre Roglic y Thomas y terminó con dos segundos de diferencia entre Roglic y Thomas. Luego de una primavera en la que todos los días había ataques de los grandes nombres y un ciclismo monopolizado, el Giro de Italia ha dado victorias a muchos ciclistas de la zona media, pero ninguno de los de la general se ha subido al podio como ganador de etapa.

¿Para qué? El sábado hay la contrarreloj final en el Monte Lusari, una loma con inclinación de 14% en la que el que pueda mantener mejor el equilibrio para subir esa rampa de garaje se lleva el triunfo. Y con la general concentrada en segundos, ¿qué necesidad hay de gastar esfuerzos en llevar una camiseta rosa y poner al equipo a apretar, más si está diezmado? Mejor dejar que la fuga se lleve 20 minutos de ventaja (como el sábado) y la camiseta le toque de rebote a Bruno Armirail. Hay que pensar en los puntos UCI.

El ruido de fondo es el de miles de televisores quitando la transmisión del Giro para poner el programa de la mañana de RCN.

Este Giro de Italia ha sido muy duro para los ciclistas, pero la respuesta del pelotón está actuando en contra de sus intereses. El cierre del paso del Gran San Bernardo por el clima había sido pedido por los corredores, sí, pero es que también habían pedido cerrar el Croix de Coeur y tener un día de 50 kilómetros. Les dieron 75, más que nada para asegurar dos horas largas de transmisión. Menos mal que la pelea entre Thibaut Pinot y Alexander Cepeda, en la que ganó Einer Rubio, dio emociones.

Vaya y venga también que esta carrera se ha ensañado con rivales a la general. Tras el retiro de Remco Evenepoel en el primer día de descanso, Aleksandr Vlasov abandonó por enfermedad a los primeros kilómetros del martes, y un enredo el miércoles se llevó a Tao Geoghean-Hart por lesión de cadera (y estuvo cerca de llevarse a Geraint Thomas y Primoz Roglic). Sumamos las ausencias por covid y los equipos están mal, pero tampoco hay ganas de nada entre los de la general.

Muchos han culpado el mapa del Giro, que es “muy duro”. Varias etapas sobre 200 kilómetros, muchos encadenados, tres etapas a contrarreloj, una tercera semana salvaje. Incluso algunos han planteado que el calendario del Giro, en la primavera en la que todavía los Alpes y los Dolomitas tienen mucha nieve y el clima se puede tornar lluvioso, podría estar afectando la carrera, y miran a lo ocurrido en el 2020 con el covid para plantear un cambio de calendario.

Esto también podría alterar la Vuelta a España, porque el espacio ideal para poner tres semanas es en septiembre y la Vuelta, hasta 1995, se corría en abril. De hecho, la ronda ibérica cambió sus fechas al final del verano para tratar de evitar una lucha por corredores con la itálica; esta es una de las razones por la que la lista de ganadores en las tres grandes está tan concentrada en el siglo XXI. ¿Pero es esta una buena señal, o la posible salvación del Giro?

La verdad, el cambio de calendario le haría más bien a la Vuelta a España que al Giro de Italia. La carrera española tiene una crisis por las altas temperaturas, por lo que un cambio a mayo le permitiría evadir el calor más extremo, algo que no puede garantizarse en Italia. Además, la Vuelta pasaría a ser un objetivo por sí mismo, mientras que el Giro pasaría a ser el equivalente a las habilitaciones y recuperaciones: a donde van los que vienen perdiendo la materia para tratar de llegar al 3.

¿Y el recorrido? Ese es un problema diferente. Que los ciclistas se quejen de las etapas largas porque “están cansados” es algo para revisar muy atentamente, porque este tipo de presiones ya han dado resultados lamentables. Mencioné en la columna pasada la etapa de Urdax en la Vuelta 2016: en el Giro 2020 hubo un parón en una etapa camino de Asti, plana como una baldosa, que hizo que los corredores no recorrieran 251 km sino 123. Ceder una vez implica ceder después, a menos que RCS y Mauro Vegni se pongan los pantalones.

A esto no ayudan los compromisos con los 18 equipos del UCI World Tour, y eso que el Lotto Dstny decidió bajarse. De nada sirve poner recorridos con dientes de sierra, como lo hacen los foros de fanáticos, si el objetivo mayor está en los puntos UCI y para eso hay que defender con uñas y dientes un séptimo lugar (¡hola, Lennard Kämna!), y el cálculo es que un ataque puede arriesgar a perder ese valioso séptimo lugar por un premio inane como una etapa.

Mi humilde propuesta para cambiar el Giro de Italia (y de paso, todas las carreras del World Tour) es darle más valor al día a día. Aumentar la puntuación UCI por etapas, reducir la de la general. Incluso poner bonos a los líderes de la montaña o de los sprints. Darle un incentivo a los corredores y los equipos para pensar estratégicamente y no bloquear la carrera pensando en la general. Y mantener el recorrido. Si el emblema de la Vuelta a España son las montañas cortas y explosivas, el del Giro debe seguir siendo los días largos. ¿No les gusta a los corredores? No vengan, hagan lo del Lotto Dstny. De pronto eso da una oportunidad a equipos como el Caja Rural, el Team Medellín o el Eolo-Kometa de brillar en un ciclismo menos bloqueado por un Ineos que pareciera más concentrado en defender el noveno lugar de Arensmann que en la opción muy seria de Thomas de una victoria en la general.

Juan Manuel Reyes
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