El mejor ciclista de Colombia en la década de 2010 deja el ciclismo en medio de muchas, muchas incógnitas.
Es una tarde de febrero de 2019, en un hotel de Rionegro, donde los equipos del WorldTour se concentran para adelantar su preparación en altura y disputar el segundo Tour Colombia. El equipo Movistar convoca a una rueda de prensa en la que la figura es Nairo Quintana. El pequeño corredor entra imperial a la sala de prensa, con algo de mala cara, luego de haber hecho el recorrido desde su casa en Tunja en bicicleta, acompañado del cariño de miles de colombianos en la ruta que lo llevó pasando por Vélez, Puerto Boyacá y Marinilla. Su objetivo: prepararse para ganar el Tour de Francia.
Cuatro años después, en una tarde de enero de 2023 en Bogotá, lo más probable es que Nairo Quintana anuncie su retiro del ciclismo luego de no poder entrar en un equipo de talla internacional. En el camino hay un cambio de equipo, peleas amargas con los directores del Movistar y el Arkea Samsic, una operación de rodilla tras un accidente estúpido, una requisa en su hotel por tráfico de drogas y una sanción por consumo de tramadol. Y la sensación de que, aunque en sus mejores días pudiera pelear con los mejores, esos mejores días cada vez eran más escasos y daban menos resultado.
¿Algo más pasó? Seguramente. El argumento de que el Movimiento por un Ciclismo Creíble (MPCC) vetó su última opción, el traspaso al Corratec italiano, es más bien endeble. Este es un mecanismo que ha operado desde 2007, pero entre los corredores de sus equipos miembros hay un largo historial de casos de dopaje. Y los equipos principales como el UAE, Jumbo-Visma, Movistar y Quick Step – Soudal no hacen parte de esta iniciativa. Cuesta pensar que ninguno de estos equipos esté interesado en el sexto puesto del último Tour, aunque no se me haría raro que el dinero también haya pesado con un corredor que ganaba más de 2 millones de euros por temporada en el Arkea.
Hay otros rumores que se hacen tangibles al recordar esa rueda de prensa. La mala cara de Nairo es simbólica de una relación normalmente tirante con muchos sectores. El cariño del público colombiano está contrapuesto a la reacción de una parte importante de la afición europea, a la que le parece “amarrete” o “falto de emoción”. Y la reacción tras el descubrimiento de tramadol en el Tour de Francia, la descalificación del equipo, el retiro de la Vuelta a España y el juicio en el TAS es una mala señal.
También lo es el mensaje que dejó don Luis Quintana, el padre de Nairo, en entrevista con Caracol Radio. “Él ya le dio gusto a los colombianos”, una frase comprensible en un padre preocupado por su hijo pero que apunta al conformismo endémico en muchos deportistas que se contentan con haber llegado a un nivel alto y les cuesta dar el 1% extra. Ese 1% que separa a corredores como Pogacar y Roglic de los Aru, Bardet, Pinot o Matthews, para hablar solo de contemporáneos de Nairo.
Tal vez quiere descansar de las peleas políticas con la UCI y el MPCC. Es posible que diga que no competirá en 2023, pero que no es un retiro sino un sabático y busque volver en el 24. Sinceramente, no recuerdo un ciclista que se haya tomado un año de descanso y haya vuelto en buen nivel, y presumo que el sabático de Quintana va a ser como el que tomó Mika Hakkinen al terminar el campeonato de Fórmula 1 de 2001: una pausa que se hizo permanente.
¿Qué nos queda en Colombia cuando Nairo Alexander Quintana Rojas, el hijo de Cómbita, cuelgue su bicicleta y se dedique a sus negocios ? Eso será tema de otra columna. Para esta, cierro pensando que un ganador de Giro, de Vuelta, múltiple podio en las grandes, ganador de cinco de las siete grandes vueltas de una semana y cuyo nombre ha brillado en todos los altos (excepto el Alpe d’Huez) dignos de ese nombre debería retirarse de otra manera. Preferiblemente corriendo y recibiendo los aplausos del público, no en medio de una pelea política y recibiendo portazos de todo el mundo.
ADENDA del 25 de enero:
Nairo Quintana dio su rueda de prensa, aseguró que seguirá luchando, que va a reunirse con su manager en Europa y que seguirá montando la bicicleta hasta que el cuerpo y la mente le den. Para este columnista, en realidad es una despedida anticipada. Es posible que alguien lo llame para un contrato puntual, digamos, para una Tirreno Adriático y un Giro de Italia, o una Vuelta a España. Pero para ser el deportista que fue los últimos 10 años, no. No va a pasar: su salario, su ego y sus peleas con la UCI y el MPCC le van a impedir entrar a Francia. No es el primero, como bien lo saben Johan Bruyneel o Alejandro Valverde, que duró varios años sin competir en Italia por una sanción del CONI. Pero sigue siendo un final decepcionante para el joven que en julio de 2013 arrasó en Annecy, se subió al segundo lugar del Tour de Francia, y que ahora muy difícilmente volveremos a ver peleando por el maillot amarillo.
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