Foto: José Celis - Rotonda Deportiva
Era una tarde de 1991 o 92 y recuerdo que le dije a mi papá que quería ir al Campín, a conocer el estadio, a ver fútbol.
Era otra época, sin TransMilenio ni canales licenciatarios, el fútbol se escuchaba por radio y se viajaba en bus en Bogotá, con suerte bus ejecutivo. No habían los obstáculos para la prensa que existen hoy, ni tampoco deudas.
Vivía con mis papás en Prado Veraniego, al norte de Bogotá, un barrio de estrato 3 donde me crié con ellos; vivíamos allí porque la casa quedaba cerca del trabajo de mi mamá.
Los domingos a las 3:30 de la tarde había fútbol en El Campín, sin falta. Era el horario tradicional e ideal para ver fútbol, un plan familiar acabado con el paso del tiempo por la industria que lo exprime como la gallina de los huevos de oro.
Recuerdo que en los días previos le insistí a mi papá que fuéramos al estadio, que lo quería conocer, hasta que por fin me concedió el deseo. Con él y con mi mamá nos fuimos en bus al ‘Coloso de la 57’. Realmente en esas épocas no salía mucho de la casa.
Mi sueño era conocer el estadio y a los periodistas que transmitían el partido. En ese momento narraba Jorge Eliécer Campuzano y comentaba Carlos Julio Guzmán, hoy leyendas vivas del periodismo deportivo en Colombia, los recuerdo perfectamente porque los vi describiendo el partido en una de las cabinas que quedaba en el primer piso de la antigua tribuna occidental.
Sin embargo, mi decepción fue grande al llegar al Campín porque estaba semivacío, realmente había muy poco público en las tribunas.
Recuerdo que fue la primera vez que escuché aquella trompeta que hasta hoy suena en occidental… Fa, fa, fa… Fa, fa, fa…
El partido lo jugaban Independiente Santa Fe recibiendo al Deportes Quindío, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, así como recuerdo la sensación que me hizo pedirle a mi papá que nos fuéramos.
Se puso furioso porque claramente el esfuerzo de ir había sido grande, pero la realidad es que ese niño de 7 u 8 años no se sintió bien en ese lugar.
El tiempo y muchas razones más me convirtieron en hincha de Millonarios, algo que contaré en su momento, pero es claro que también el tiempo, varias personas, y la dedicación profesional al periodismo deportivo hicieron que le adquiriera un respeto importante a Independiente Santa Fe.
Hay experiencias que marcan nuestra vida, y aunque no hubo nada negativo en particular, me dejé llevar por una percepción que, como adulto, puedo analizar como propia de un niño que no conoce ni el 10% de la realidad de los hechos.
Sin embargo, la primera vez en un estadio es algo que no se olvida, y sí, este escrito puede tener una segunda parte hablando de mi primera vez en El Campín, pero viendo a Millonarios.
Quiero y espero seguir contando este tipo de historias sobre mi vida, esperando que sean del agrado de ustedes.
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