En estas últimas semanas se han generado diversas controversias en torno al cuidado de las canchas de fútbol. Y es realmente cuestionable el tema cuando tenemos diversas aristas, muchos actores y pocas respuestas; cuando nos damos cuenta de lo importante que son estos espacios para todo, menos para lo realmente primordial; y cuando se establecen parámetros que solo se cumplen a veces, porque… las reglas pueden variar según para quien se aplique.
Con el Monsters of Rock en el Estadio El Campín de Bogotá, gozaron los artistas, los asistentes, los organizadores y los del alquiler del lugar, algo cautivador en el espectro musical, pues ser parte de la última gira de ‘Kiss’ no es un evento menor; sin embargo, la situación se agudiza para los seguidores del deporte y aquellos hinchas empedernidos de Santa Fe y Millonarios, que sufren cada vez que el templo del fútbol cambia su razón de ser. ¿Y cómo no exaltarse cuando el templo de la redonda se ve expuesto a dinámicas alternas que irrumpen en la normativa deportiva?
Lo penoso de todo esto, más allá de los espectáculos, es la falta de garantías con el manejo de la gramilla, y los riesgos que sufren los y las futbolistas que se exponen a este tipo de terrenos. Ahora bien, la imagen internacional tampoco es muy positiva cuando se habla de imponer sanciones a los clubes por esta condición, desde el ente regente del balompié continental. Y es aún más triste que el que menos culpa tiene, deba enfrentar este proceso sin soportes o pruebas suficientes para explicar que simplemente así le alquilan la canchita que utiliza como localía.
Pero eso no es todo, ¿qué dicen los dueños del espacio? Que, por cierto, no debería tener costo si de desarrollar prácticas deportivas se trata; pues, al fin y al cabo, es un espacio libre y creado para ello. Definitivamente, el silencio es la mejor arma y parece que se están defendiendo de buena manera porque pronunciamientos al respecto hay pocos.
Pasa el tiempo, el fútbol colombiano no da espera para jugarse, el calendario de Copa Sudamericana también avanza; la cancha no muestra mejorías, el precio tampoco varía, y los conciertos que se avecinan ya tienen hasta la boletería vendida. Pero entonces, ¿de quién es la culpa? No lo sabemos.
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