Es domingo en la mañana. Prendo el computador para ver un stream de la París Roubaix. Veo que Mathieu van der Poel y Wout van Aert están fugados, junto con un grupo dispar que cambia en cada sector de adoquines. Aunque estén a 50 kilómetros de meta, sé que la victoria está o en el corredor del Alpecin o en el del Jumbo-Visma. Cierro el stream y me dedico a otros asuntos. Un par de horas después reviso en redes y efectivamente, veo que el ganador es el holandés que ocho días antes había ganado el sprint por el segundo lugar del Tour de Flandes.
¿Cómo me voy a perder uno de los momentos clave de la temporada ciclística? Para empezar, como dijera Bernard Hinault después de ganar en el velódromo de Roubaix en 1981, la carrera es “una locura” entre sus piedras, su ambiente de carnaval y sus rutas estrechas y suicidas. Y eso que hoy día hay bicicletas especializadas, con suspensiones ocultas en el tenedor, postes de sillín ajustables automáticamente y sistemas para ajustar la presión del aire de las llantas sin detenerse, como si fuera un camión corriendo el Dakar.
Pero sobre todo, porque toda la temporada de clásicas es una historia repetida desde el ya lejano inicio de marzo con la Milán – San Remo. Van der Poel y Van Aert, junto con Tadej Pogacar, han dominado todas las carreras donde han arrancado. Si le sumamos a esto la victoria de Jonas Vingegaard en País Vasco, con tres de seis etapas incluidas, tenemos una temporada que ha sido bloqueada casi totalmente por tres corredores brillantes, pero que parece que corren a una velocidad diferente al resto como en los tiempos de Eddy Merckx.
Lo mismo pasó con Pogacar en la primera clásica de las Ardenas, la Amstel Gold Race. El esloveno se disparó a 90 kilómetros de meta, y aunque en su grupo iban 14, se sabía que la victoria iba a ir al Emirates. La prueba es que Tom Pidcock (Ineos) llegó a 2:14, una eternidad en una prueba de un día, pero ganando el embalaje por el tercer eslabón del podio: en el medio, un desconocido Ben Healy (Education First) que seguramente hubiera sido la figura en un día en el que no hubiera aparecido el nuevo Merckx.
Pogacar y Van der Poel reaparecerán en la Flecha Valona y la Lieja – Bastogne – Lieja, las clásicas restantes de las Ardenas, y luego habrá duelo entre Pogacar y la dupla Vingegaard – Van Aert en el Tour. El Giro tendrá a otro apabullante, Primoz Roglic, quien para colmo es otro Jumbo-Visma, que irá a imponerse de manera tan aplastante como lo hizo en la Vuelta a Cataluña y la Tirreno – Adriático. Su rival es el campeón del mundo, Remco Evenepoel. El resto, en las casas de apuestas, es un tiro al aire.
Por supuesto, esto también ocurre en otros deportes, digamos, la Fórmula 1, donde las diferencias entre el Red Bull y los demás equipos son estratosféricas para la paridad que había logrado antes del cambio de normas de 2022. No es más sino ver cómo Max Verstappen logró llegar al segundo lugar del Gran Premio de Arabia Saudita a pesar de partir desde el puesto 15. Su compañero, Sergio Pérez, terminó quinto luego de largar de último en Australia, demostrando el absurdo dominio de su RB14.
Y eso no solo se aplica a estas competencias individuales. Podemos convenir que en campeonatos como la Bundesliga, la Eredivisie o la Premier escocesa, que siempre se definen con uno o máximo dos rivales, el modelo es menos atractivo que el de la Premier inglesa que, incluso en esta época de inversiones multimillonarias, sigue teniendo un esquema de paridad loable. Que lo digan equipos como el Arsenal y el Chelsea.
También quedan por decir las dudas alrededor de, sobre todo, Pogacar. No por un joven que ha demostrado su respeto y honra a la historia del ciclismo, en la que apunta a llegar al mismo nivel de reverencia de Merckx e Hinault, sino por su equipo. No se puede olvidar que corre para Joxean Fernández “Matxin”, el mismo del Saunier Duval de 2008. Y cada vez es más sospechoso que cambie de bicicleta siempre a 50 kilómetros de meta, sin importar si llueve, truena, hace sol, cae granizo, o hay barro.
En fin. De “nuevos Merckx” ha estado lleno el ciclismo desde el día de julio de 1975 en que el Caníbal fue vencido por primera vez por un joven Bernard Thenevent. En su momento “el nuevo Merckx” fue Hinault, Sean Kelly o Indurain. En su momento también lo fue Armstrong y Cancellara. Solo el futuro dirá si esta hornada de superhombres no solo aburre por su dominio, sino espanta por el mal olor. No digan que no ha pasado: así ocurrió en 2006 cuando un oficial de la Guardia Civil de España desató la operación Puerto…
Adenda. Bueno que Jarlinson Pantano vuelva al ciclismo competitivo con el equipo EPM. A saber cómo vuelve, en un pelotón que domina Supermán López como lo hace Pogacar en el World Tour. De pronto hay más duelos en el camino.
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