La pandemia mundial cambió todo y el Masters de Augusta no fue la excepción. Un torneo atípico que, a pesar de las circunstancias, no pierde su magia.
Para muchos es el torneo más prestigioso del golf mundial, para otros es icónico, algunos dicen que está por detrás del Abierto británico por tradición e historia. Seguramente es factible encontrar tantas opiniones como personas que les gusta el golf. Sin embargo, es innegable que Augusta tiene magia y que ponerse la chaqueta verde cuando cae la noche del domingo es uno de los momentos más significativos del golf.
En Augusta han jugado y ganado los más grandes. Hazañas inolvidables como el bicampeonato consecutivo de Nicklaus, el triunfo de Tiger en el 97 o la victoria del “pato” Cabrera en el 2009 hacen de este torneo algo especial. Pero, el escenario también aporta en esto, la belleza de Augusta National es especial, un campo rodeado de Azaleas que genera un marco perfecto para cuatro días del mejor golf.
Para muchos, el golf es un deporte demasiado serio, demasiado rígido. Sin embargo, al comprender un poco su técnica, su estrategia y la belleza de su precisión y potencia, se disfruta como pocos deportes. Y eso es lo que busca cualquier aficionado cuando recorre un campo durante un torneo profesional viendo a sus ídolos lograr tiros que, en ocasiones, parecen imposibles.
Tristemente eso, este año, no pasará en el Masters de Augusta. Por la pandemia, el torneo se juega sin público en cancha. Seguramente le quitará emoción, pero, la magia sigue ahí.
El torneo empezó con una imagen digna del 2020. Una lluvia que amenazó, rayos que asustaron y obligaron a retrasar más de tres horas el primer golpe. Sin embargo, se pudo empezar a jugar, se decidió que se haría doble recorrido, empezando algunos grupos por el 1 y otros por el 10 para no complicar más un cronograma ajustado a las pocas horas de luz que tiene esta época del año.
Augusta es Augusta, es único. Solo el torneo del campo de Bobby Jones logra que, en un año atípico, sin importar el cambio de fecha, jugar sin público y sin patrocinadores en el campo, todos los grandes estén presentes. Tiger busca su quinto título y acercarse a Nicklaus; De Chambeau pretende ganarle a todos a fuerza de drive y un colombiano, Sebastián Muñoz, que quiere dejar la bandera de nuestro país en lo más alto y, por qué no, ponerse una chaqueta verde el domingo; no parece muy factible, pero en el golf, como en cualquier deporte, existen las sorpresas y esa, en gran parte, es su magia.
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