Los deportistas al igual que todos los seres humanos son seres de luz y de sombra, el exjugador de los Lakers no fue la excepción.
El trágico fallecimiento de Kobe Bryant el pasado domingo con su hija en un accidente de helicóptero ha generado gran conmoción en las redes sociales y en el deporte mundial, por lo que significó en su carrera deportiva. Sin embargo, hay algo más. De hecho, bastante más.
El Washington Post recuerda que en el año 2003, Kobe (a sus 24 años) cometió un abuso sexual de una menor de 19 años, empleada de un hotel en Eagle (Colorado). Aunque la acusación fue negada, el basquetbolista posteriormente admitió su culpa, no sin antes negarlo tres veces y tras los resultados de los exámenes de rigor.
‘Black Mamba’ no fue un santo, admitió ser un adúltero en una confesión a medias de lo que fue una relación sexual forzada sin consentimiento, es decir una violación.
Sin embargo, el caso nunca llegó a juicio. ¿La razón? La víctima no quiso testificar (situación que ocurre por miedo en la mayoría de los casos, al igual que este), y después de una demanda civil se generó un acuerdo económico con la mujer que ascendió a aproximadamente 2.5 millones de dólares, según relata un reportaje de Daily Beast. Prácticamente, el silencio fue comprado a partir del miedo.
Ningún fanático del deporte olvidará el talento que en la duela exhibió Kobe Bryant, tampoco los títulos que ganó ni los incontables homenajes.
Sin embargo, la peor página de su pasado regresó para cobrar cuentas en lo más valioso que tiene cualquier personalidad pública: su legado.
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