Esta semana empezó con una de esas notas relacionadas con el fútbol, pero extradeportivas, que llenan los principales titulares de los medios nacionales y extranjeros, el arresto, por el presunto delito de extorsión, de tres jóvenes deportistas vinculados con Once Caldas, equipo histórico del Fútbol Profesional Colombiano.
No redacto estas líneas sobre ‘Lo bonito del fútbol’ sino sobre cómo debería ser algo bonito en el fútbol y, que por la podredumbre, en muchos sentidos, de nuestra cultura, se ha vuelto una porquería.
La captura de los tres futbolistas nos ha puesto a pensar bastante, a analizar y a recapitular qué puede estar fallando en el deporte nacional para que esto pase. La respuesta, al final, es tan sencilla como preocupante: ¡Casi todo!
Muchos de los futbolistas que están en divisiones menores (juveniles) de nuestros clubes deportivos, aficionados y profesionales, ven en el fútbol la vía para salir adelante, salir de la pobreza y sacar a sus familias de esa condición, pero sólo se enfocan en la pelota, no en otros valores y temas prioritarios como la educación, su formación integral y la cultura ¿Cuántos deportistas, mayores de 16 años, de las divisiones menores de los clubes profesionales del país ya son bachilleres? Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que menos del 20%.
Ahora, también debemos ir a la formación y cultura de muchos de aquellos entrenadores o mal llamados ‘formadores’ ¿Cuántos DT’s, en todo tipo de instituciones, le dicen a sus deportistas que deben definir qué quieren hacer en sus vidas si jugar fútbol o estudiar? Tristemente, esto aún pasa y son los mismos técnicos quienes ‘animan’ a los jóvenes a abandonar el estudio.
Por otro lado, veamos los entornos de estos muchachos, sin contar su contexto social inmediato ¿Dónde viven? Muchos de ellos, en viviendas o habitaciones, solos, sin nadie que los guíe o apoye, personalmente, en muchos temas. Otros, en las llamadas ‘casa hogares’, muchas de las cuales parecen más un criadero de ratas (hablando de los animales) que viviendas para humanos. En éstas, muchas veces, viven más de 10 personas en un cuarto, comparten baño hasta 30 y no hablemos de la comida. Hay sitios donde creen que pueden mantenerlos a punta de caldos (agua saborizada) y uno que otro pan, huevo o agua de panela. Increíblemente, algunas de esas ‘casa hogares’ son de viejas glorias del fútbol, quienes las han vuelto negocio para convertirse ellos en ‘vividores’ y se excusan diciendo que los muchachos deben aprender a sufrir y vivir dificultades, como las que supuestamente les tocaron a ellos, para salir adelante.
Además, adicional a la falta de estudio, ¿en cuántos clubes hay psicólogos o trabajadores sociales que hagan seguimiento al crecimiento de estos jóvenes deportistas? Tristemente, en muy pocos. El fútbol, en muchos niveles, se ha convertido en un negocio para que unos pocos se llenen los bolsillos a costa de los sueños, proyectos y mal desarrollo de nuestros muchachos. Debemos resaltar que hay clubes que sí buscan dar estos soportes, pero, sinceramente, son muy pocos.
También debemos sumar otro factor a ‘la ecuación’, los representantes. Hoy en día, muchos mal llamados representantes ni siquiera tienen un título universitario o educación que soporte su ‘viabilidad’ para ejercer esa función que, en teoría, es la de guiar a los futbolistas por el mejor camino y asesorarlos ¿Cuántos mal llamados representantes también están en el ‘mundo del fútbol’ sólo para sacar plata? ¿Cuántas veces hemos visto que estafaron a decenas de jóvenes y familias que empeñaron sus pertenencias y pagaron decenas de millones para buscar una oportunidad en el balompié profesional? Es, tristemente, pan de cada día y son pocos los que se conocen públicamente. De estas actividades, también se benefician otras personas, como directivos de clubes aficionados, entrenadores e intermediarios, entre otros.
Igualmente ¿Cuántos de esos mal llamados representantes les brindan, realmente, algo productivo a los deportistas? ¿Cuántos tienen seguimiento psicológico, cuántos hablan periódicamente con los jóvenes, no sólo sobre cuándo les pagan sino sobre su día a día, cuántos se preocupan, realmente, por la realidad física y emocional de los muchachos? Nuevamente, la respuesta es triste, muy pocos.
Cerremos yendo a la base o punta del tema, como prefieran tomarlo ¿Qué ha hecho el Ministerio del Deporte, el Gobierno, para evitar que, en sus labores, los clubes, ligas y demás entes realmente contribuyan con el buen desarrollo de los jóvenes deportistas colombianos? Muy poco o nada. Si ni siquiera hacen que algunos clubes profesionales cumplan con sus obligaciones contractuales, poco podemos esperar de las bases, menos visibles públicamente.
Es hora de mirar, crítica pero constructivamente, nuestro fútbol, ese deporte que a tantos nos apasiona, pero pedirle al Gobierno, a los entes de control y a todos los interesados que intervengan, mejores y pongan su granito de arena para que, en adelante, esos casos de ‘descarrilamiento de los jóvenes’ sean más una anécdota que una muy triste realidad.
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