Hace poco por un acontecimiento ajeno al fútbol, venía reflexionando sobre como las prioridades humanas están completamente distorsionadas. El peso que se le da a unas cosas termina poniendo en riesgo lo que en verdad importa.
¿Cuántos no han sacrificado el tiempo de su familia por un trabajo en el cual es reemplazable?, ¿Cuántos no insultan y ofenden a sus seres queridos por el simple hecho de pensar diferente?, ¿Cuántos no ponen en riesgo su vida y la de otros solo por el afán de ganar dinero?
Y al final, simplemente solo somos polvo en el viento, como inmortalizó Kerry Livgren. Un día simplemente partimos y ahí queda todo. La vida y la muerte, o más bien, el sentido de estas es realmente lejano a la comprensión humana.
Quizás por eso mismo tenemos pasatiempos banales que llenen de pequeños placeres ese espacio de tiempo que transcurre, desde nuestro primer llanto hasta nuestra última exhalación.
Unos se adentran en mundos ficticios que esbozan creadores de mangas, comics o universos cinematográficos. También están los que se transportan a un lugar de sueños de la mano de cualquiera de las bellas artes referenciadas por Charles Batteux.
Temas que apasionan existen muchos y para todos los gustos, pero algunos fuimos condenados a sufrir y reír por un deporte en la que 22 personas protagonizan una verdadera obra histriónica que dura 90 minutos y un poco más, para repetirse cada cuanto, con diferentes guiones, pero el mismo concepto.
En ese contexto, este fin de semana se presenció un acto reprochable en un campo de juego. Un agresor que se disfrazó de aficionado agredió a Daniel Cataño desencadenando una reacción más que humana y que ha vista del reglamento provocó su expulsión.
Lo que ocurrió luego de la tarjeta roja es lo que debería marcar un antes y un después, lo usual es que no hubiese pasado nada, igual “El espectáculo debe continuar” … pero los jugadores de Millonarios se mantuvieron en una posición. Más allá de la falta de garantías, está el hecho de no permitir que cosas como estas sigan sucediendo. Los embajadores se retiraron del campo.
«Nuestra seguridad está por encima de cualquier cosa. Nosotros tenemos que sentar un precedente para que nos eduquemos como sociedad» argumentó con propiedad Macalister Silva en plena transmisión televisiva.
Precisamente esa sociedad es la que ha venido incubando y normalizando los actos violentos. Eventos como la bofetada de Will Smith a Chris Rock, la infidelidad de Piqué a Shakira y hasta la misma guerra de Rusia y Ucrania son “consumidas” por espectadores que debaten y se ponen de un lado o el otro, como si fuera un reality show.
Partiendo de esa premisa, no faltaron los que aplaudieron al “hincha” que golpeó a Cataño o que se indignaron con Millonarios por no jugar. Todo al revés en una sociedad que juzga lo correcto por el número de likes.
Puede que un equipo de fútbol para algunos se haya convertido en ese escape a la monotonía diaria. Pero cuando la pasión por el deporte cruza esa delgada línea y se convierte en el único sentido, puede desencadenar en lo vivido en Ibagué este domingo o peor aún, como lo ocurrido en Tolú el sábado.
Es lamentable que se vuelvan paisaje estos actos alrededor del fútbol, lo que hace más loable la posición del plantel de Millonarios. La violencia no puede seguir siendo tolerada. Más allá si fue Valdano o Sacchi el primero en decirlo, hay que repetirlo “El fútbol es la cosa más importante entre las cosas menos importantes”. Cada lector de esta tribuna podrá evaluar si estos hechos o si esta columna en sí, realmente lo llevan a reflexionar algo o si son completamente irrelevantes, nuevamente, cada uno con sus gustos y sus contextos. Pero si dejo la invitación abierta a que por un instante respire y sea consciente de lo que en su vida es verdaderamente importante.
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