En los últimos días el entorno del fútbol colombiano ha estado envuelto en casos que poco deberían tener influencia en el desarrollo deportivo. Sobornos, amenazas, dineros, y otros sinónimos, son las palabras que se convierten en el común denominador de las conversaciones alrededor del deporte del pueblo en plena fase final del campeonato de nuestro país, y el ambiente no parece alentador al evocar los fantasmas del pasado que tantos capítulos de violencia han protagonizado.
O si no, solo se debe recordar lo sucedido al finalizar la década de los 80’s cuando fue asesinado el árbitro Álvaro Ortega por realizar su trabajo en cancha; o la muerte del defensor Andrés Escobar de forma cruel por anotar un autogol en una Copa del Mundo y “hacer perder mucho dinero a los apostadores”; dos momentos que invitan a reflexionar sobre la conducta de quienes solo buscan saciar intereses particulares.
A raíz de lo sucedido recientemente en algunos encuentros disputados en territorio antioqueño, son muchas las sensaciones que se han generado; pues al hablar de portes de armas, de altas sumas económicas para retrasar el curso del juego, miedos en las tribunas y el silencio de quienes están más cercanos al tema, nos damos cuenta que, en vez de avanzar está presente la involución deportiva, siendo un espejo que lo que aconteció en el cierre del Siglo XX.
Tras ello, el panorama es poco alentador, porque así pase el tiempo nada ha cambiado, y el gobierno deportivo de nuestro país seguirá más ligado a la política y a las grandes instituciones que al mismo fútbol. He allí cuando se van encontrando las respuestas a esas incógnitas del por qué hay problemas de salarios con los jugadores, o por qué es el desinterés de muchos al no encontrar motivación de portar cierto escudo; también las condiciones en indumentarias e infraestructuras para ciertas escuadras, y ni hablar del nivel deportivo mostrado semestre tras semestre en la competencia. Definitivamente el mensaje está claro, y es que mientras se pueda hacer el negocio turbio, habrá pan y fútbol para el pueblo. La pelota no se mancha, o por lo menos esa es la frase que se ha utilizado a nivel global para contrarrestar dichos efectos negativos en este “negocio”. El contentillo para los que buscan la transparencia en el accionar de las federaciones y asociaciones es la pasión con la que la gente vive en deporte, pero todos sabemos que la realidad es muy diferente.
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