El cofundador de Red Bull fue mucho más que un aficionado a los deportes con un bolsillo muy profundo.
¿Qué tienen en común Wout van Aert, Mariana Pajón, Juan Pablo Ángel y Yuki Tsunoda? Los cuatro deportistas coinciden en una cosa: patrocinios de Red Bull. Nuestra doble medallista olímpica y el multicampeón belga cargan los famosos cuadros azules y plateados de la bebida energética en sus cascos; Ángel se retiró como un jugador histórico de los New York Red Bulls, y Tsunoda, como parte del equipo Alpha Tauri, es el fruto más reciente de la extensa lista de pupilos del programa de pilotos jóvenes. Todos estos, pagados por el mismo hombre: Dietrich Mateschitz, quien falleció el pasado 22 de octubre a sus 78 años.
El austríaco, como cofundador de Red Bull, fue una de las personas más importantes en el deporte mundial. Su apoyo irrestricto a los deportistas de múltiples disciplinas, desde los deportes extremos hasta el automovilismo de monoplazas, permitió que estas disciplinas se expandieran en el mundo. No es más que ver cosas como la carrera downhill de Monserrate, los torneos de clavadismo o las pruebas de acrobacias aéreas con el toro rojo como su mayor emblema. También el apoyo a deportistas particulares como Van Aert, Lindsey Vonn y Dominic Thiem.
Pero Mateschitz era un fanático en toda regla. Desde 1995, cuando Sauber empezó a tener los cuadros de su firma, Red Bull hizo parte de la Fórmula 1; este apoyo se multiplicó en 2005 con la compra del equipo Jaguar a Ford, y un año después, con la compra de Minardi a Paul Stoddart. Sus dos equipos han sido protagonistas, y no por nada es un gran homenaje el tercer campeonato de constructores de Red Bull de la mano de su joya de la corona, Max Verstappen.
El campeón holandés es el más brillante de los miembros de una lista dispar pero bastante colorida de automovilistas apoyados por la bebida energética. El cuádruple campeón Sebastian Vettel, el campeón de la Fórmula E Jean Eric Vergne, el 9 veces campeón del WRC Sebastien Loeb y más recientemente Daniel Ricciardo y Sergio Pérez han corrido con el apoyo del toro rojo. También lo han hecho otros pilotos más decepcionantes como Jaime Alguersuari, Alex Albon o Scott Speed, pero es parte de ese apoyo multimillonario.
Finalmente, en el fútbol también se ha visto la marca. No es más que ver cómo en la Champions League los RB Leipzig y Salzburgo se han vuelto invitados constantes, y el equipo alemán ha llegado a disputar la supremacía de la Bundesliga con el Bayern Múnich. Lo mismo ocurre en la MLS con los New York Red Bulls, en el Brasileirao con el Bragantino, y con sus equipos de inferiores con una estrategia de grupo internacional que ha copiado recientemente el Manchester City.
Al final ese es el mayor legado de Dietrich Mateschitz: su apoyo dio luces a otros megamillonarios para invertir en propiedad de equipos deportivos y marcar sus propias páginas de honor. ¿Habría probabilidad de que Abu Dhabi convirtiera al Manchester City en una cuestión de estado, de que Netflix hubiera firmado Drive to Survive en medio de uno de los campeonatos de Fórmula 1 más intensos de la historia, o de que Jim Ratcliffe invirtiera una fortuna en el Ineos, sin Mateschitz?
Quién sabe si Red Bull mantenga todo ese apoyo, que ha llegado a más de 750 deportistas y 12 equipos desde 1989, tras la muerte de su cofundador. El 51% de la empresa continúa de la mano de empresarios tailandeses, pero el 49% de Mateschitz podría ir al público, que muchas veces ve de mala manera gastar fortunas en construir autos de Fórmula 1, patrocinar competencias de clavados o lanzar ciclistas a bajar aceleradamente una montaña. Sin el austríaco que un día probó una bebida para obreros tailandesa, el mundo del deporte sería claramente diferente. Paz en su tumba.
Adenda. Las subcampeonas mundiales de la Selección Colombia Sub-17 demostraron el talento crudo. Ahora le corresponde a los directivos demostrar su trabajo organizativo para que no queden en una anécdota como los subcampeones mundiales de Venezuela Sub-20 en 2017.
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