Este lunes finalizó con éxito una nueva versión de los Juegos Parapanamericanos Juveniles en Bogotá, con destacadas cifras en temas de medallas, y el orgullo del anfitrión campeón, pues Colombia arrasó de nuevo con su presencia en este campeonato. Y no está de menos el celebrar 106 triunfos de nuestros atletas que orgullosamente demuestran parte del proceso y el futuro del deporte nacional; o las 52 ocasiones en las que se alcanzó la parte más alta del podio en las diferentes disciplinas; todo es aún más orgulloso cuando se entiende la manera como se han alcanzado estas hazañas.
Y es que, si algo tiene el deporte paralímpico dentro de sus aspectos destacados es el ambiente carnavalesco que se siente en cada instancia de una competición; es la lealtad entre compañeros de equipo; es el sentido de pertenencia, el sentimiento patrio, y es el juego limpio que forma una familia entre todas las delegaciones, aún con las “rivalidades” fronterizas. En el deporte paralímpico se gozan los logros de los que ganan y se lloran al unísono las derrotas de quienes estuvieron cerca de conseguirlo, y se entiende que si se pierde no existe la frustración, sino la superación.
En una sociedad en la que todavía existen prejuicios, estigmatizaciones y discriminaciones, aparecen grupos de personas que, ante las vicisitudes de la vida, han aprendido a valorar cada detalle de la sana competencia, de disfrutar antes de ir a ganar para sacar provecho del otro o hacer daño; y de encontrar en cada grito desde la tribuna una razón para llegar a la victoria.
Con esto quiero enfatizar en lo importante que pueden llegar a ser las personas que estén acompañándolos en este camino al éxito, y en las maneras como se sienten respaldados por un público siempre presente. Sin embargo, no todo es alegría cuando ante la magnitud de un evento de tan alto nivel internacional, la visibilidad siga siendo mínima a pesar de los esfuerzos de los organizadores y de aquellos medios de comunicación que cumplen su labor de informar arduamente sobre la inmediatez de estas noticias.
¿Qué sucede entonces? Dejando de lado que los horarios de competencia podrían cruzase con el trasegar de una jornada laboral o académica, las graderías vacías se hacen notorias y dejan en cuestión el patriotismo de muchos seguidores del deporte ‘Cafetero’. Lo cierto es que, quienes han podido formar parte de un pequeño grupo de estos aficionados, han sentido la maravillosa experiencia que se genera y el gran espectáculo que se deja más allá de lo deportivo, justamente cuando cada uno de estos integrantes se convierte en… campeón con el corazón.
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