El título de la tribuna de hoy parece más de una sección de política que de una publicación deportiva. No es un secreto que estamos en una época en la que muchas fronteras se encuentran en una situación de guerra y aunque el llamado durante el evento máximo del deporte más popular del mundo es el de alejarse de la política, es algo que en la practica se ha vuelto bastante complejo.
Las redes sociales han incubado y expuesto una realidad que algunos prefieren tapar con un dedo. La sociedad mundial está predispuesta al conflicto. El grado de sensibilidad es tal, que cualquier motivo despierta la ira, como si fuese sangre en el mar atrayendo a tiburones.
Con el pasar de las fechas y que de alguna forma el show debe continuar, el anfitrión sigue sin desmarcarse de la mancha de los trabajadores fallecidos en las obras mientras que sus tradiciones siguen siendo cuestionadas por la mayoría de “culturas occidentales”.
Muy diciente fue ver a los cataríes dejar el estadio antes de finalizar el juego inaugural frente a Ecuador. Fue fácil para ellos tener el presupuesto para albergar el mundial, pero una afición futbolera es algo que no se compra, así le paguen a la gente para que vaya a un estadio.
Otro de los seleccionados que ha estado en el centro de la polémica es el conjunto de Irán. El desastre frente a los ingleses y la resurrección contra gales se han convertido en anécdota, comparados con los fuertes rumores de intervención del régimen de Irán hacia los dirigidos por Queiroz, gestos como no cantar el himno en el primer compromiso parece que trajo sus represalias, y en este contexto se observa a seguidores de Irán retirados de las tribunas por intentar hacer visible lo que ocurre en su país.
Y aunque el discurso de no politizar es lo oficial, el entrenador de Irán ha tenido que esquivar a la prensa que parece interesada en todo, menos en lo deportivo e incluso tuvo que salirle al corte a Jürgen Klinsmann por comentarios que buscaban solo atacar y desestabilizar a un equipo que ya debe tener suficiente presión por la situación que sucede en su nación.
Una gota más que parece rebozar la copa, es la queja formal de Irán en contra de Estados Unidos por colocar en sus redes una imagen de la madera iraní modificada. Lo cual es visto como una ofensa directa.
Hablando de protestas, los alemanes también hicieron lo suyo y en el primer juego decidieron tapar sus bocas, ante la prohibición de usar el brazalete “One love”. A esto se suma el ingreso de un aficionado italiano a la cancha durante el juego entre Portugal y Uruguay con la bandera de la comunidad LGBT+. Es claro que el mundo no está de acuerdo con la evidente homofobia que se vive Catar. La periodista inglesa Alex Scott decidió portar el brazalete en el cubrimiento de la BBC en señal de protesta.
Todo lo ya mencionado hace que rumores de camerinos fraccionados como se especula pasa en Bélgica, Uruguay – o Portugal en la previa al mundial-, sean simplemente sucesos menores. Aunque los medios deportivos no han ahorrado tampoco titulares en agrandar estas novelas internas.
Sumándose a todo esto, también sucedieron dos hechos complejos relacionados con banderas. El primero fue en el camerino de Serbia, quienes colocaron una que mostraba el mapa serbio incluyendo el territorio de Kosovo y el lema “no rendirse”. Los kosovares presentaron de inmediato una queja por promover mensajes de odio, xenofobia y terrorismo, lo cual se suma a una vieja rencilla con algunos jugadores del seleccionado suizo que tiene origen albanés y tienen una historia aparte como parte del conflicto balcánico en décadas anteriores.
Ese conflicto también fue recordado de forma desagradable por hinchas croatas que en la tribuna modificaron una bandera para burlarse del portero de Canadá, Milan Borjac. El guardameta de la selección canadiense es un refugiado de la guerra que causó la desintegración de la antigua Yugoslavia y los fanáticos croatas en la pancarta colocaron el nombre de la ciudad en la que nació y de la cual tuvo que huir, además de filtrar su número telefónico, lo que causó que Borjac recibiera un sinfín de amenazas.
Tenemos también los casos en que los insultos pasaron a la agresión física. La sorpresiva victoria de Marruecos sobre Bélgica tomó a todos de sorpresa, tanto que incluso terminó en disturbios inicialmente en Bruselas, que luego desencadenaron en varias replicas en otras ciudades de Bélgica y Países Bajos. Migrantes marroquíes protagonizaron actos vandálicos. Una victoria en la cancha representó un desahogo para ellos.
Y como cereza en el pastel, Latinoamérica sumó ingredientes en este coctel de tensiones. Los aficionados de Argentina y México, previo a su juego correspondiente a la segunda jornada tuvieron sus encontrones tanto en redes como en las calles de Doha. Fue penoso como de la rivalidad sana se pasó rápido al insulto y a la ofensa.
El triunfo argentino parece que no acabó la disputa, que incluso en el estadio terminó a los golpes entre las dos aficiones y en redes terminó incluso enredando a celebridades como “Canelo” Álvarez y el “Kun” Agüero, periodistas e influencers.
La prensa tampoco es que pueda sentirse tranquila para hacer su oficio, llamando bastante la atención de lo mostrado recientemente en redes, de cómo aficionados se han resistido a ser entrevistados por canales israelíes. Otro hecho lamentable es el supuesto veto a mujeres periodistas en la ultima rueda de prensa de Irán, bajo la complicidad de inspectores locales.
Estamos cerca de llegar a la mitad de la Copa del Mundo y lo que acontece fuera de las canchas ha tomado un protagonismo inesperado, el ambiente festivo de citas mundialistas anteriores ha sido desplazado por un espíritu de conflicto. Una incomodidad que parece gestarse en una pésima elección de sede. La fiesta se hizo en la casa equivocada.
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