La profesión vive una preocupante situación de cara al contenido que se ofrece a los usuarios. ¿Qué hacer?
El afán del clic le ha quitado el norte a los medios desde hace varios años. Se busca desde las salas de redacción el escándalo, lo que sea viral, todo para cumplir con unos números que lleven a más publicidad, de esa que muchas veces estorba a los usuarios.
Una nueva metodología, además de ubicar cualquier cosa que digan o hagan los deportistas en las redes sociales, se enlaza con los errores, puntos de vista o críticas hacia colegas, es decir, hacia los mismos periodistas deportivos.
Puedo no estar de acuerdo con el estilo de relato de Eduardo Luis, o con las formas de hacer periodismo de Andrea Guerrero (trabajé con ellos en RCN), pero ¿eso da para generar clics a punta de críticas hacia la persona? En varios círculos periodísticos se maneja la envidia, que se confunde con la crítica, o inclusive la autocrítica que uno debe tener ejerciendo esta profesión (hay personas que no les gusta escuchar, yo fui uno de esos).
El periodismo deportivo cada vez se ha vuelto más circo, y no solo por quienes salen en pantalla, sino por quienes buscan hacerse virales con publicaciones en Twitter o en páginas web buscando ser polémicos o siguiendo la corriente a un tema, como ha sido el caso de atacar porque sí a WIN Sports y sus talentos.
Soy de los que cree que pagar 29.900 por un producto como el fútbol colombiano no es lo ideal, pero como colega sería miserable entrar a atacar a quienes trabajan allí. Lo que es cierto, es que los televidentes están en su derecho a reclamar, dentro de los términos del respeto, a que haya calidad no solo en el juego, sino en el talento humano que lleva las transmisiones.
Justamente, la crítica malsana busca destruir a las personas, pero bien se puede decir que en una transmisión deportiva (por la que se cobra un dinero adicional a los hinchas, clientes, usuarios o como los quieran llamar), no es posible que el narrador confunda de manera frecuente y repetitiva el nombre de un jugador, o que un reportero de campo no sepa dar un dato o lo entregue de forma incompleta.
La solución no es que sigan trayendo exfutbolistas sin preparación o mal llamados polémicos (Mondragón, Aristizábal, Asprilla, etc), la solución está en la autocrítica del periodismo deportivo, algo que brilla históricamente por su ausencia desde la era de los empíricos (Peláez, Mejía, etc.), pero que sería una gran oportunidad para autoevaluar la calidad de los productos.
No es suficiente con que la transmisión sea tendencia en redes, o con leer trinos de la gente en la transmisión, o con decir el parentezco familiar de un futbolista con el otro, se necesita mayor y mejor preparación, no salir al aire por salir. Y también, dejar de pensar un poquitico en lo viral para buscar la calidad en los productos.
Al final del día y del análisis lo que resulta muy triste que se haga periodismo deportivo como un método de venganza, veneno o envidia.
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