La Tribuna de Bencho: Cadena de favores

Las cosas como son, estamos inmersos en un mundo en el cual prácticamente todo es susceptible a ser comprado y vendido. Salvo contadas excepciones, todo es negocio. Dentro de este contexto cada uno de nosotros en la cotidianidad se ha convertido en un consumidor.

En este esquema, usted y yo, hacemos parte de una masa y el objetivo de quien vende es capturar la mayor cantidad de clientes de ese universo de consumidores. Después viene el verdadero reto, lograr que alguien repita esta compra, obligando a que nos olvidemos un poco de esa masificación y busquemos conocer el gusto particular de cada individuo.

Desde el momento que miramos nuestro celular, prendemos la TV o leemos un diario, empezamos a llenar nuestro cerebro de un sinfín de información. Bajo la premisa inicial, lo que percibimos en los medios está fabricado para ser consumido, para que genere algún sentimiento que nos persuada a volver a adquirirlo o incluso nos genere ansiedad, que solo cesa cuando hacemos un nuevo consumo. La naturaleza de informar de forma certera está condicionada a que sea del gusto de un cliente.

El contenido más valioso en la actualidad es el que se vuelve fácil de digerir y no el que fue elaborado con dedicación y método. Es en esta mecánica que los medios de comunicación se orientan más en vender que en informar, en desacreditar al competidor en vez de enfocarse en la calidad de lo que ofrece, una ‘delgada línea’ que en vez de ser difusa parece estar rota.

Y es en este negocio que algunos comunicadores cual mercaderes terminan en lugares de privilegio sin ser los más reconocidos en cuanto a la calidad de su trabajo. Cada uno desde su realidad reconocerá por sus relaciones diarias, quienes son los compañeros con los cuales el trabajo es leal y con cuales toca ‘comer callado’ y ´agachar la cabeza’.

El periodista deportivo, aparte del trabajo duro de buscar información, investigar e informar de forma adecuada conlleva dos retos titánicos. Por un lado, el comunicador debe mostrar esta información para que se convierta en un contenido llamativo, que genere tráfico y produzca ‘likes’, “si no vende no se publica”. Por el otro manejar situaciones lo más ‘polite’ que se pueda para que no se pierda una acreditación, no le bloqueen el acceso a un estadio o incluso no le permitan hacer una pregunta en una rueda de prensa.

La falta de colegaje mezclada con la soberbia de quienes llegan a una posición de poder, en los casos menos graves termina rayando en la censura y perdida de la libertad de opinión. En otras situaciones terminan convirtiéndose en nepotismo, acoso laboral e incluso abuso sexual, como lo retrató recientemente Laila Abu en Vorágine. Admiración total para ella.

Un antiguo jefe me dejó una valiosa lección “el buen profesional se forma, pero enseñarle a alguien a ser buena persona es difícil”. Solo un comportamiento ético permite que cualquier persona ejerza su profesión de forma correcta.

Decir lo que convenga y callar lo que no, parece ser una habilidad que exigen quienes contratan para seleccionar a quienes deberían facilitar y no obstruir la comunicación en el entorno del FPC. Favor con favor se paga, se decía en el barrio, pero se practica en algunas oficinas.

Está en todos los que generamos y consumimos contenido en decidir, callar por miedo o hablar por lo que es correcto. La sanción social y el ostracismo parece la alternativa inicial, ante el silencio aterrador cuando intentan salir a la luz los casos puntuales. Un saludo especial a los lectores de este espacio. Después de una considerable pausa, regreso para expresar mi opinión, privilegio de esta era de la información. Nos veremos en una próxima Tribuna de Bencho.

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