Por: Camila Villamarín, estudiante 7° semestre Comunicación Social CUN – @CamiioChan – [email protected]
Cuando Jefferson Palacios pisó suelo argentino en febrero de 2019, lo hizo con la esperanza que poseen muchos de nuestros jóvenes colombianos: ser una estrella del fútbol. En su maleta cargaba apenas la ropa que iba a necesitar junto con los sueños que iba dispuesto a cumplir; en su mente resonaban las palabras dichas por su madre antes de partir, las cuales permanecen en su memoria junto a el cálido recuerdo de los abrazos de despedida.
Con tan solo 18 años dejaba atrás su etapa como delantero en la reserva de Millonarios Fútbol Club, donde las oportunidades eran escasas para las ganas que tenía de salir adelante. Su familia, sus amigos, su país, pero lo más importante: su mamá, el motivo de perseguir su sueño con tanta pasión en Argentina, se convertirían en uno más de sus recuerdos, en esos que solemos abrazar con fuerzas.
—¿Cómo se llama el equipo al que ingresaste?
Se ríe con paciencia y trata de acercarse al micrófono de su celular para que yo escuche mejor, estamos haciendo una videollamada por WhatsApp debido a que ahora vive en Argentina.
—Newell’s Old Boys— repite mientras muestra su perfecta dentadura.
Ante mi torpeza decide enviarme el nombre por el chat.
El sueño de Jefferson inició cuando tenía 12 años, las canchas de los parques y el colegio donde estudió en Bogotá eran los escenarios donde su talento brotaba a flor de piel y se materializaban bajo el picante sol. Las canchas de concreto desgastaban sus zapatos, poco le importaba dejar su maleta en cualquier sitio cercano y correr tras un balón desgastado, lo importante era jugar.
En un brote de sinceridad aceptó que no le gustaba estudiar, terminar el bachillerato fue una promesa hecha a su madre, a quien no quería decepcionar, aunque tenía claro que no iba a continuar sus estudios, porque su verdadero sueño se alojaba en las canchas, donde anotar los goles propuestos y ser el mejor era un meta, tal vez siéndolo lograra conocer a su ídolo: Cristiano Ronaldo.
A los 14 años todo empezó a materializarse, un día mientras jugaba con sus amigos fue visto por casualidad por un miembro de Barcelona Fútbol Club Bogotá, ahora conocido como Patriotas Bogotá, quien le ofreció hacer parte del equipo. ¿Felicidad? Demasiada.
Su travesía duró aproximadamente año y medio a pesar las dificultades económicas que atravesó para lograrlo, su equipo practicaba en Bosa y aunque vivía en la misma localidad, el dinero que requería para sus prácticas empezó a convertirse en su primera piedra en el zapato. Debía obtenerlo de alguna manera, no podía trabajar por ser menor de edad y tampoco podía exigir a su familia más de lo que podían ofrecerle.
Pero la suerte estaba a su favor y su talento era suficiente para abrir las puertas que necesitaba cruzar. En un partido fue visto por el profesor el profesor Neis Nieto, quien al verlo en las canchas lo llevó sin duda alguna a jugar al club Millonarios, donde inició en las divisiones menores como volante. Todo empezaba a encajar de manera perfecta.
Su temporada en el club fue buena, la calidez de sus compañeros y directivos le hicieron sentir a gusto y con la certeza de estar en el sitio indicado para dar los pasos que necesitaba. Hacía parte de uno de los clubes más reconocidos del país, uno con una gran historia e hinchada que movía pasiones, su trabajo era bueno y los sueños se convertían en realidad.
Su experiencia en el fútbol cambió por completo, al pisar una cancha sentía su cuerpo ser invadido por la felicidad, las ganas de jugar, así como también el vértigo y ansiedad, sentimientos encontrados que difícilmente podría describir. Aquello que nos llena se convierte en algo indescriptible.
Su talento y persistencia le hicieron alcanzar la posición de delantero extremo que, aunque no era lo que quería, se ajustaba a su meta. Los motivos detrás de sus goles fueron cambiando, estos pasaron a convertirse en una parte de su autoestima, de su reconocimiento, de su trabajo, ya no eran solo un orgullo personal.
— Si anotas goles vales, si anotas te ven. Si no anotas goles no vales, si no anotas no te ven. Los técnicos siempre te están mirando.
Obtuvo el título de goleador en el Torneo Nacional Sub 16 “Neiva Somos Todos”, participó en el Mundialito Tahuichi Aguilera (Bolivia), la Liga de fútbol de Bogotá, en el Torneo Nacional Sub17, la Copa Juvenil Sub20, Bogotá Premier Cup, el torneo prejuvenil de fútbol “Copa Sahagún”, el Torneo de las Américas en Cali, entre otros, que le permitieron disfrutar de victorias y frustraciones.
Pero algo no andaba bien. Después de cuatro años en las divisiones menores, lograr un gran avance y un reconocimiento no se sentía satisfecho del todo, necesitaba otras oportunidades. Hacía parte del equipo de reserva y entrenaba con el equipo profesional en cada oportunidad, pero no era suficiente, no podía sentarse a esperar.
Su representante lo convenció de ir a Argentina, el Club Atlético Newell’s Old Boys, ubicado en la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe, estaba interesado en sus habilidades. Este club con más de cien años le brindaba la oportunidad que estaba esperando, ¿debía dejarlo pasar?
Dejando a un lado sus sentimientos emprendió su aventura a un país desconocido, dejando a su madre, Helena Palacios, en Colombia. Se marchaba con la esperanza de poder brindar a la persona que más amaba en el mundo una mejor calidad de vida y debutar como futbolista, no importaba si era lejos de su hogar, porque después de todo de eso se trataban los sacrificios que estaba realizando.
¿Qué esperaba de Argentina?
No podía decirlo con certeza.
La pasión del pueblo argentino por el fútbol lo abrumó, fue un choque que lo dejó sin palabras, dado que el amor por ese deporte desbordaba su propia imaginación. Las palabras no eran suficientes para intentar describir el comportamiento de los argentinos frente a los equipos de fútbol, era casi aterrador, enfermizo -en el buen sentido-.
Pero nada de lo anterior le importaba mucho, el motivo por el que estaba en aquel país estaba claro: debutar como futbolista.
Sin embargo, seis meses, después quiso abandonarlo.
Este hombre apasionado por las canchas sufrió un fuerte cambio al llegar a Argentina, más allá de los alimentos, las costumbres, la ciudad, el clima y todo lo demás, se encontró con una realidad completamente diferente respecto al fútbol. No era nada comparado con Colombia. Los entrenamientos físicos eran muchos más exigentes, eran de un nivel que no se le había pasado por la cabeza: carreras altas, ejercicios de rendimiento que exigían una dedicación mucho mayor de la que estaba acostumbrado, después de muchas semanas logró adaptarse.
En Colombia junto a su equipo de Millonarios acostumbraba a rezar antes de cada partido, entrenamiento y al finalizar cada actividad, pero en Argentina no es de esa manera, ellos no rezan. Antes de cada partido tiene que hacerlo solo, en los ruidos del camerino cierra los ojos, pide la fortaleza que necesita y recuerda los motivos que lo mantienen allí, esa es la fuerza que le brinda su fe.
A cada dificultad ha sabido sobreponerse con humildad, con actitud y una gran sonrisa, esa es su estrategia, pero esto no son quejas ni inconformidades, simplemente es su encuentro con una cultura que posee una perspectiva diferente acerca del fútbol.
Sin importar lo bueno, lo malo y lo difícil considera que estar en Argentina ha sido su mejor experiencia como futbolista, porque ser colombiano no le impide ser realista, reconoce que el fútbol argentino es mejor en todos los sentidos: en mentalidad, en juego, en la exigencia física, la manera apasionada en que se vive el fútbol. Y ha aprendido de los argentinos, ahora piensa día y noche en fútbol, en hacer una buena campaña.
Por ahora, su meta es debutar en primera división el próximo año, esa es la prioridad. Los errores y las decisiones que pudo haber tomado quedaron atrás, las lecciones quedaron aprendidas y ahora tiene que caminar hacia su futuro.
—Después de todo lo que me has contado, ¿cuál crees que es la mayor diferencia entre el fútbol colombiano y el argentino?
Antes de responder titubea un poco, tal vez no quiere decir algo que hiera susceptibilidades.
— El fútbol colombiano es un fútbol lento a la hora de jugar, a diferencia de Argentina, que es más exigente. En Colombia es muy difícil que un chico debute en club como Millonarios o Santa Fe en primera división antes de los 21 años, en Argentina dan muchas más oportunidades a los chicos, creo que esa es la mayor diferencia.
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