Clásico y Bohemio: El partido del siglo (Parte 2)

Después de un emocionante partido, Alemania lograba un épico empate. Los más de 102.000 espectadores que asistieron al estadio estaban lejos de imaginar que lo mejor estaba por venir. El drama se apoderó durante 30 minutos adicionales del Coloso de Santa Úrsula.

Nuevamente se barajaban las cartas y se repartía el naipe. Helmut Schön y Ferruccio Valcareggi debían pensar rápido para superar la estrategia del contrario, pero no contaban que otro enemigo los asechaba, el desgaste físico producto de la intensidad del juego sumada al calor descomunal mexicano.

Los primeros quince

Italia aún contaba con una sustitución, Fabrizio Poletti ingresó para refrescar la saga en reemplazo de Roberto Rosatto. Los alemanes en cambio tenían problemas, Franz Beckenbauer se encontraba lastimado, producto de un choque con Pierluigi Cera. Franz llevaba casi media hora jugando con su hombro dislocado y no había sustituciones, pero esto no detuvo a ˈEl Kaiserˈ, le vendaron su brazo al cuerpo y entró a la cancha a liderar a su ejército.

Pitazo del central y Roberto Boninsegna tocaba a Luigi Riva para iniciar con las acciones. Increíblemente Alemania continua con el mismo ímpetu y al primer minuto Enrico Albertosi salva nuevamente su arco al desviar un remate de cabeza de Gerd Müller.

En el minuto 94, un tiro de esquina levantado por Reinhard Libuda es cabeceado por Uwe Seeler. El recién ingresado Polleti encuentra el balón, pero entre el nerviosismo y la ansiedad no lo puede controlar y el ˈbombarderoˈ Müller roba los centímetros que había entre el portero y el defensor para meter su pierna izquierda, puntear la bola y empujarla hacia el fondo de la red (1-2).

El esfuerzo físico empezó a pasarle factura al equipo de Schön, mientras que la azurra con orgullo fue a buscar el empate. Consiguieron un balón detenido por una falta sobre Riva, cobró Gianni Rivera y Sigfried Held falla en el rechazo dejando el balón servido al borde del área chica para que Tarcisio Burgnich emparejara las acciones al minuto 98 (2-2).

Alemania se deja llevar por el desespero y con más desgaste que su rival intenta nuevamente irse en ventaja, lo cual aprovecha Italia para cobrar otro error. Riva descarga un balón por la zona izquierda hacia Angelo Domenghini, este centra para Riva, quien engancha hacia afuera eliminando a un defensor y suelta un zurdazo cruzado, transcurría el minuto 104 y los italianos nuevamente mandaban en el marcador (3-2).

El fin de la epopeya

Finalizado el primer tiempo extra, de inmediato el juez ordena el cambio de cancha. Mientras que los italianos exhaustos se lanzan al piso y los asistentes ingresan rápido al campo para revisar a sus muchachos, los alemanes rápidamente se colocan en posición, en su mente estaba emparejar las acciones.

Arturo Yamasaki pita y Müller se la toca a Jürgen Grabowski para hacer el saque. Aunque es notorio por todos los asistentes que los 22 guerreros desean darlo todos, sus piernas no logran dar todos los pasos y acertar todos los pases.

Esto en vez de menguar el espíritu, lleva a los dos equipos a recurrir a la garra y el choque para pelear cada balón. Un error en salida de Albertosi genera una falta, cobra Wolfgang Overath y conecta de cabeza Seeler, era el empate, pero el guardameta italiano salva de forma milagrosa y envía al córner, los fanáticos gritaban extasiados.

Pero no era tiempo de bajar los brazos, un cobro rápido de Grabowski, la deja en corto a Libuda quien lanza el balón al área, Seeler gana en el segundo palo un cabezazo y baja el balón para que Müller peinando la esférica volviera a inflar la red (3-3), era simplemente fantástico lo que sucedía en el minuto 110.

Los alemanes celebraban a rabiar, lo habían conseguido, pero olvidaron a quien tenían al frente. Saca Italia y de inmediato va al frente por la gloria. Boninsegna se filtra por la izquierda superando la marca de Willi Schulz, llega al fondo y lanza el famoso pase de la muerte. En ese momento en el punto penal se encuentra solo ˈGigiˈ Rivera, era prácticamente un cobro desde los once pasos, Rivera define con frialdad, elegancia y contundencia. Sepp Maier corría con desespero hacia su izquierda mientras el balón fue hacia el otro costado (4-3).

El estadio estalló en el momento que el balón se hundió en la red. Los gritos de gol de los italianos se fundieron con los alaridos de dolor de los alemanes. Mientras unos alzaban los brazos al cielo agradeciendo, los otros los bajaban y golpeaban el césped cuestionando su suerte solo un minuto después de haber empatado.

A pesar del cansancio y la saturación de emociones, los dos equipos corrieron más allá de sus fuerzas los últimos nueve minutos para buscar más goles. El espíritu de los dos equipos estaba en lo alto, ningún balón se dio por perdido. Con el pitazo final, Italia lograba uno de los tantos resultados históricos que acumula su larga historia mundialista. Los teutones habían sido derrotados, pero estaban libres de culpa, lo dejaron todo en el campo. En la tribuna más de 100.000 almas al unísono aplaudían de pie, habían sido testigos del partido del siglo.

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